Stan Wawrinka besa incrédulo la copa. "Mañana me daré cuenta de esto", dijo. |
Stanislas Wawrinka dio el gran golpe de los últimos
años en el circuito mundial de tenis venciendo a Rafael Nadal por 6-3 6-2 3-6
6-3 en la final del Abierto de Australia 2014 y así consiguió su primer título
de Grand Slam. Además de semejante logro se dio el lujo, camino a la
consagración, de derrotar al número 1 y
2 del mundo (pasó a Djokovic en cuartos
de final), algo que no es muy común y que grafica a las claras la justicia que
significa que haya levantado el trofeo. Y de postre a partir de mañana será el
tercer mejor jugador del planeta detrás del español y serbio llegando así a lo
más alto desde que es profesional. La verdad que no me disgustaría estar un poco en tu lugar hoy, campeón.
La vida deportiva de Wawrinka no fue
psicológicamente del todo fácil. Compartir años de vigencia de su compatriota
Roger Federer cuando este era amo y señor del tenis, lo calificaban a “Stan”
como “el suizo que no gana”. Eso, más allá de no ser más que un calificativo
tan en chiste como despectivo e injusto, nunca se fue de su cabeza. Salir de la
sombra del mejor de todos los tiempos no es una meta fácil. Por eso parece
haber esperado el momento justo para hacerlo. El año pasado fue el año bisagra
en la vida del gran Roger: ganó un solo torneo, cayó en el ranking
estrepitosamente, le cuesta ganar partidos importantes y pierde con cualquiera.
A contra partida, el 2013 fue la explosión de Wawrinka: campeón en un certamen después
de dos temporadas, se consolidó en los diez primeros y fue protagonista en los
Grand Slam cayendo muy ajustadamente en dos de los cuatro contra Djokovic.
Llegaba a este nuevo año con los objetivos
complicados de buscar mantenerse en ese nivel. Estar a la altura de la
circunstancias cuando debía enfrentar a los monstruos.
Y con esa premisa pisaba Australia. Campeón en uno de los torneos previos en
Chennai venía con la confianza suficiente como para dar que hablar. Sin hacer
demasiado ruido fue ganando de manera cómoda y lógica los partidos de las
primeras vueltas hasta llegar a cuartos de final. Misma instancia y mismo rival
que lo había eliminado en este mismo
lugar hacía, aproximadamente, 365 días. En un partido maratónico Novak Djokovic
había prevalecido ante su resistencia y se había impuesto 12-10 en el último
set. Sed y hambre de revancha tenía el suizo que se sentía capacitado para dar
la primera gran sorpresa y eliminar al tres veces seguidas y cuatro veces
campeón en Melbourne. Tras un comienzo con dudas, “Stan” se pudo acomodar
brindando su mejor repertorio generando un final tan cerrado y dramático como
el mencionado. Esta vez la moneda cayó de su lado después de más de 4 horas con
un ajustadísimo 9-7 en la manga final. Ahora si se daba el lujo de marcarle la
salida al gran “Nole”. Era el turno de semifinal contra Tomas Berdych. A pesar
de su ventaja en el historial, el número 5 del mundo era un rival de
cuidado. Con un juego basado en la
concentración en el que no perdió su saque en todo el encuentro, Wawrinka se
llevaba el triunfo llegando a su primera final de un Mejor.
En la definición no le podría haber tocado un rival
peor. Y es que más allá de los pergaminos propios que tiene Rafael Nadal, para
el nacido en la ciudad de Lausana representaba una pesadilla. En los 12
enfrentamientos previos no solo no le pudo ganar si no que además no había
conseguido siquiera un set frente al español. Todo en contra. Sin embargo nada
de eso pareció realidad cuando pisaron la cancha. Con una soltura propia de un
jugador basto de experiencia en este tipo de escenarios, Wawrinka empezó a
dominar y exigir a un sorprendido Rafa. 6-3 el primero. Casi sin sobresaltos y
a empezar a creer que era posible. A partir de la segunda manga se dio el primer
cambio de los muchos en el match: sacando 1-1, Nadal siente un tirón en la espalda.
Esto le impedía servir y moverse con normalidad. En muchos momentos daba la
impresión que iba a tirar la toalla retirándose. El dolor parecía insoportable.
Después de atenderse con el fisioterapeuta decide seguir jugando a pesar de
estar dando claras ventajas. La virtud del suizo fue no desenfocarse en ningún
momento y seguir metido en su tarea. Así se llevó el segundo, 6-2.
Un nuevo cambio en la final se acercaba: De parecer
que el tercero no se iba a jugar pasamos
a un quiebre de servicio en el segundo game de Nadal y su ventaja rápida de
3-0. Toda la concentración de Wawrinka llegó a su fin por verse tan cerca. Dejó
de meter pelotas, no encontraba los caminos, discutía con su banco, no lo
estaba disfrutando. El número uno del mundo se movía un poco más, pero seguía
claramente disminuido. Es por eso que ese tercer parcial no lo gana él, lo
pierde su rival. 6-3, el de Mallorca y a un cuarto. A pesar de todas las
desprolijidades y de la fama de luchador que tiene Nadal que no da por perdido
ningún partido, nunca dejó de dar la impresión de que en cuanto el 8 del
planeta vuelva a meterse iba a lograr rematarlo. Básicamente por que se
enfrentaba a un hombre que jugaba destruyéndose de dolor. Y así fue. El último
cambio de este ciclotímico partido le devolvió al suizo la precisión necesaria
como para volver a lastimar y terminar derrotando al gigante español con otro
6-3. Festejo medido como para respetar el dolor físico y mental de su
contrincante. El mismo respeto que tuvo Rafael Nadal por él al no retirarse y
dejar que se consagre con todos los honores.
Seguramente Wawrinka no deseaba una coronación tan
accidentada y hubiese querido que su amigo juegue al 100% a pesar de que ello
disminuya sus chances de ganar. Pero para nada quita el inmenso mérito de este
gran título. “Stan” se metió en la historia grande del tenis justo en un
momento en el que sus puertas parecían estar abiertas para 3 o 4 nombres
solamente. Él encontró las lleves, las abrió y se encargó de dejar en claro que
Federer no se las prestó. Pues ya no
está más a su espalda.
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