¡I CAN´T BELIEVE! Andy Murray soportó la presión y es el primer campeón británico en Wimbledon desde 1936 |
El tercer
grande que se juega en el mítico predio de Londres fue por demás paradójico.
Por un lado podemos decir que fue sorprendente por las eliminaciones tempranas
de demasiados favoritos (nombres como
Rafael Nadal, Roger Federer, Jo-Wilfred Tsonga, por el lado masculino y María
Sharapova y Victoria Azarenka por el femenino no pasaron la segunda ronda. Serena
Williams perdió en cuarta) o por el inusual número de jugadores retirados o que no se presentaron por lesiones, preocupaban y lo
hacían por demás inusual. Pero por el otro
hay que reconocer que en los papeles no fue nada impredecible, pues
llegaron a la definición el número uno y el número dos del planeta. Sin dudas
la final por la que menos pagaba en las casas de apuestas.
Las derrotas
de Nadal en el primer partido y de Federer en el segundo (por primera vez
saldrá de los primeros cuatro puestos del ranking en diez años a partir del
lunes) seguramente le provocaron una mueca de felicidad al Murray. El cuadro lo
había colocado en la misma parte que ellos y, a priori, debía cruzarse con el
español en cuartos de final y con el suizo en semifinales antes de definir el
título. Las eliminaciones tempranas de ambos le allanó el camino en busca de
ese objetivo que le permita sacarse la mochila tan pesada que significa llevar
a cuestas la ilusión de todo un pueblo pionero del deporte que no veía un
campeón local desde hace 77 años.
Avanzó a paso
muy firme. En sus primeros compromisos no tuvo demasiados problemas hasta que
llegó a la instancia donde se encuentran los ocho mejores. Ahí el español
Fernando Verdasco se quedó con los dos primeros sets aprovechándose de uno de
los niveles más bajos que se le haya visto al escocés en mucho tiempo y lo
dejaba contra las cuerdas. Sin embargo, daba la impresión que si levantaba su
juego no tendría problemas en darlo vuelta. Y así fue. Por sexta vez en su
carrera lograba ganar un partido en el que había perdido los dos primeros
parciales y avanzaba al encuentro previo
a la final de un Grand Slam tal como lo viene haciendo desde Wimbledon 2011 (6
torneos en total).
En el
encuentro cumbre lo esperaba el mejor. Novak Djokovic volvió a la catedral del
tenis decidido a repetir el campeonato conseguido hace dos años y su juego así
lo demostraba. Apabulló a sus rivales ganándoles en sets corridos y parecía que
nadie le podría hacer sin siquiera cosquillas. Pero Juan Martín Del Potro no
solo lo logró sino que hasta casi lo hace
llorar de la risa. A pasar de la molestia en la rodilla izquierda el
tandilense jugó su mejor tenis y en un partido épico estuvo muy cerca de
ganarle y llegar a su segunda final de GS. Sin embargo el número uno del mundo
prevaleció y se impuso en cinco parciales. Tremendo lo de Juan. Una vez más,
orgullo del deporte argentino.
Y así la
definición soñada. Miles de personas en Inglaterra y en todo el Reino Unido esperaban
que Andy Murray cazara otro de los fantasmas que envuelve a los países creadores
del deporte blanco tal como lo hizo el año pasado el US Open donde consiguió el
primer grande para Gran Bretaña desde Fred Perry en 1936. Pero claro, ellos
necesitaban ahora que alguien se consagre en su casa después de que el mismo
jugador lo hiciera en el mismo año por última vez. Y Andy lo logró. Ganó
claramente la final por 6-4 7-5 y 6-4 y definitivamente se convirtió en
leyenda. Por lo gran tenista y campeón que es, claro pero también por su talento sobrenatural de
matar fantasmas.
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